Dicen que puedes reconocer a la gente realmente importante en tu vida porque, en algún momento, llegas a sentir que les debes tu existencia, tu vida entera. Ayer se murió Antonio Malonda, maestro, amigo, socio y también montañista despistado. Allá por 1986, Antonio se perdió conmigo, con su hija y su sobrina por las laderas de los Pirineos y, definitivamente, me hizo sentir que mi vida entera dependía de él. Naturalmente, nunca debimos estar tan perdidos como nosotros sentimos en aquel momento ya que, al cabo de un rato, encontramos la carretera y fuimos “rescatados” por un conductor amigo que decidió que aquel señor sexagenario con tres niños de entre 7 y 10 años estaba fuera de lugar en el arcén de la Nacional 330. Antonio convirtió aquellas horas (¿O fueron minutos?) perdidos por la montaña en un juego en el que de repente íbamos hacia arriba y de repente íbamos hacia abajo. A la...