Cualquiera que haya tenido que dar una clase, se ha enfrentado a uno de los problemas más viejos de la pedagogía. ¿Cómo motivar a alumnos desmotivados? Incluso los que nos dedicamos a la formación universitaria y postuniversitaria de especialidades presuntamente vocacionales nos enfrentamos con una cierta frecuencia a estudiantes con poco o nulo interés en lo que tenemos que explicar ese día. Frente a este viejo problema hay dos posturas enfrentadas. De un lado, los que reivindican que el alumno está ahí “por algo” y el motivarse e interesarse es cosa suya. De otro, los que reivindican que el profesor tiene que ser mago, malabarista y payaso para mantener a sus alumnos “in albis” durante los sesenta minutos que dure su clase. A priori, yo reconozco que me encuentro más cerca de la segunda que de la primera pero con reservas. Y me explico. Ser gracioso no creo que resulte motivador en...


